Cuando llegó el momento de salir del preescolar, visité varios colegios hasta que encontré uno que me ilusionó mucho. Me imaginaba a mi hijo en aquel plantel lleno de colores, con maestras alegres y con un aprendizaje divertido por lo que pasé por alto y no me molesté con el proceso de inscripción especial para niños con discapacidad.
Tampoco me enojé al tener que firmar un contrato donde acordábamos que el colegio se reservaba el derecho de expulsar a mi hijo en cualquier etapa del año escolar en el caso de que sus padres decidieran no pagar las tutorías impartidas dentro del centro o se rehusaran a contratar servicios adicionales de terapias recomendadas por la escuela. Que Pedrito recibiera terapias conductual, de lenguaje y aprendizaje por las tardes y el Ministerio de Educación prohibiera tales expulsiones no nos exoneró de ese contrato. Luego de dos años esa escuela cerró.
Creo que las malas experiencias en la educación escolar que vivimos como padres de niños con dificultades generan una gran desesperación y cuando vemos de parte de una escuela una chispa de interés, en vez de sentir que están reconociendo el derecho de nuestro pequeño, sentimos que nos están haciendo un favor.
En su siguiente escuela, a los pocos días de iniciar las clases me citó la directora en su oficina para exigirme de manera urgente contratar una maestra acompañante ya que habían decidido dejar una sola profesora en el aula con 14 niños de seis años de edad.
Contratamos a la maestra, la entrenamos en conducta y autismo y también pagamos entrenamientos para los profesores de la escuela quienes no tenían ningún conocimiento sobre educación especial.
Mi voz interior me dijo ¡Hey, ánimo! A veces es mejor comenzar de cero porque puedes enseñarles tu visión y una nueva mentalidad si hay voluntad de aprender.
En este contexto esa creencia no me funcionó porque la maestra acompañante que contratamos se convirtió en la profesora de Pedrito y el colegio únicamente nos facilitaba el asiento que ocupaba mi hijo dentro del aula.
Entonces aprendí que Pedrito tenía las habilidades para pasar las evaluaciones de admisión pero una vez dentro, necesitaba distintos apoyos para poder integrarse y aprender y si el colegio no le interesaba dárselos, tocaría a su familia hacerlo.
A mitad de año ya estaba buscando un nuevo colegio para escaparnos de ahí. Esta vez tuve más tiempo, investigué y me entrevisté con cada escuela del centro de la ciudad donde vivimos.
En la búsqueda de la siguiente escuela ya sabíamos lo que no queríamos, lo que necesitamos como familia y los apoyos que Pedrito requería dentro del aula.
Generalmente una familia busca el colegio de sus hijos en la cercanía de su hogar o del trabajo. La mayoría de veces en el caso de las familias especiales, ocurre lo contrario primero se busca un colegio que quiera aceptar a tu hijo bajo sus condiciones y luego se organiza lo demás.
Nos decidimos por el colegio que mostraba más valores y una visión de inclusión con oportunidad de aprender de distintas formas.
Llenos de esperanza nos mudamos de casa porque el nuevo colegio estaba muy lejos de nuestro anterior hogar. Para nosotros esa escuela se convirtió en una comunidad de gracia donde recibimos acompañamiento en la fe, la disciplina y los valores.
Cuando eres mamá especial tu única meta no debe ser que tu hijo aprenda matemáticas o lenguaje. Es importante valorar el tipo de lazos afectivos que estás creando como familia y para el futuro e inclusión de tu hijo.
Durante el primer año me enseñaron a trabajar en el corazón de Pedrito más que en su condición. Era la primera vez que lo trataban por lo que él era, no por su condición o por lo que no podía hacer.
El impacto de la pandemia en la inclusión escolar
Luego llegó la pandemia del covid 19 y las escuelas cerraron, pasando de clases presenciales a virtuales.
En ese proceso, me convertí en maestra sombra de mi hijo. Fue una experiencia dura para mi porque pasé de funcionaria y ejecutiva de oficina a ser el principal apoyo en el aprendizaje académico en formato virtual de mi pequeño de 8 años.
Si quieres visualizar el escenario, cierra tus ojos y recuerda tu infancia. Ahora imagina que tienes una discapacidad, en este caso déficit de atención y autismo.
El aprendizaje escolar virtual para un alumno como tú, con necesidades educativas especiales, es parecido a estar sentado en la última butaca de la fila del salón de clases sin una pizarra u otros apoyos visuales, tratando de escuchar a tu maestro (entre otros ruidos que te molestan gracias a tu autismo y que te distraen por tu deficit de atención) quien desde lejos está explicando a todo el grupo cómo realizar una multiplicación.
Tu enfoque no sobrepasa los 30 segundos porque tu mente casi siempre está pensando a velocidad de la luz en diferentes cosas a la vez o necesitas mover tu cuerpo para relajarte y autoregular tus necesidades sensoriales.
Este proceso fue un gran reto para mi, donde me sentí abandonada y muy sola, ya que Pedrito presenta todas los trastornos del desarrollo que antes mencioné.
Otras variantes que se agregaron fueron: la ausencia de entrenamientos a los estudiantes con necesidades especiales educativas para que puedan adaptarse a este nuevo formato de aprendizaje online en su propio hogar y para brindar a los padres herramientas psicopedagogicas.
Las explicaciones de la profesora por zoom eran en su mayoria verbales y al grupo completo, lo que no funciona para los estudiantes que tienen un estilo de aprendizaje visual que antes se apoyaban en una pizarra y necesitan que la instrucción se le repita de manera individual mencionando su nombre para de esta forma captar su atención.
Ofrecer el simple acceso a una clase virtual en grupo no garantiza que el estudiante con NEE pueda enfocarse, participar y aprender.
Hay dos etapas esenciales para enseñar, una es la explicación del contenido y la otra es la retraolimentación que le sigue a la práctica de ese contenido. En la educación virtual a vapor que experimentamos recientemente, esas etapas las realizan los padres de los niños que no pueden por sí solos participar en la clase virtual.
En muchos casos, las escuelas también sustituyeron explicarles un concepto a estos estudiantes con asignarles una actividad.
Entonces el proceso del maestro que enseña y el alumno que aprende ahora funciona entre mamá/papá e hijo.
Muchas veces la norma en las aulas es que lo que funciona para la mayoría se mantiene y la minoría debe acudir a sus padres para aprender. Este tipo de mitos no ayudan a mejorar y buscar soluciones.
Cuando existen escuelas con una visión de poco alcance al momento de brindar los apoyos dentro del aula o que le exijan habilidades al niño TEA o al padre que no le han enseñado siendo su alumno, están disminuyendo las posibilidades de desarrollo del alumno neurodiverso.
Es igual si los centros educativos creen que es la responsabilidad de los padres responder a las dificultades y necesidades de aprendizaje del niño TEA.
Reflexiones: Cuando la educación verdaderamente incluye
Para incluir a alguien con autismo no hay que ser experto en autismo ni tampoco ser un héroe. Lo que se necesita es voluntad y estar presente para ayudar más que para señalar.
¿Qué pasaría si los colegios cambiaran esos contratos y discursos de culpabilidad para los padres por entrenamientos para las familias especiales, donde les enseñen a crear rutinas familiares, mejorar la comunicación y convertirse en una unidad de apoyo y crecimiento?
¿Cómo enseñarían su clase los profesores si se entrenaran con herramientas y estrategias para responder a las diferentes necesidades de aprendizaje, visuales, auditivas y kinestésica?
¿Cuál sería la mejoría del alumno que presta más atención si le llaman por su nombre y le repiten la explicación de manera individual después de habérsela explicado a todos sus compañeros?
¿Qué se podría lograr si los colegios se unieran a las familias especiales y juntos exigieran más ayuda al estado?
¿Cuál sería el futuro de los niños especiales si los colegios quisieran educarlos y aportar soluciones en vez explotar a la familia con responsabilidades y gastos de los apoyos dentro de la escuela de su propio hijo?
Pienso que si diéramos respuesta adecuada a estas necesidades tendríamos escuelas donde los niños neurodiversos tienen el mismo derecho y oportunidades que los niños neurotípicos para crecer con dignidad, ejercer su derecho a la educación y aumentar las posibilidades de inclusión en su futuro.